Jugar es inventarse mundos extraordinarios, aunque a veces, sólo a veces, no hace falta imaginar si no dejar fluir.
Esto sucede cada vez que Ian, nuestro nieto, cruza por la puerta de casa y comparte con nosotros el fin de semana.
¿Que qué sucede?, pues muy sencillo, que nos volvemos niños.
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