viernes, 6 de abril de 2012

Adaptación continua

La vida está mal hecha: viene sin instrucciones y, a veces, para cuando te das cuenta, ya ha pasado demasiado tiempo para enmendar los errores.
Reflexionar es detenerse un rato, dejar de hacer por un instante, dejar de pensar, de intervenir. Qué difícil, ¿verdad? Para eso hay que perder el miedo al tópico absurdo de "perder el tiempo".
Perder el tiempo: ¿qué es perder el tiempo?...

Perder el tiempo es:
No dedicarte a ti más rato a tí mismo que a los demás.
No regalarte un día de sol por temor al qué dirán.
No tender la mano a un amigo porque el que manda no le mira con buenos ojos.
No saber decir "NO" en el momento oportuno.
No saber aceptar que el destino tiene su camino marcado y, por mucho que te empeñes, la vida sigue su rumbo.
Vivir de rodillas.
Agachar la cabeza.
Tener miedo.
No darte la oportunidad de ser feliz...

En fin, hay tantas cosas por enumerar, que será mejor dejarlo aquí.No obstante, sería bueno que empezáramos a globalizar menos y nos dedicáramos un poco más a las cosas que acontecen a nuestro alrededor, con más humildad y menos deseos. Aquí un ejemplo, por León Tolstoi:

El zar y la camisa

Estaba muy enfermo el zar, y dijo:
- ¡Daría la mitad de mi reino a quien me curase!
Entonces todos los sabios se reunieron para ver de curarle, pero no encontraban el medio.
Uno de ellos, sin embargo, declaró que sabía cómo podía curarse el zar.

- Si se encuentra un hombre feliz sobre la tierra -dijo-, que le quiten su camisa y se la pongan al zar. Entonces, quedará curado.

El zar mandó buscar un hombre feliz por todo el mundo. Los enviados del soberano recorrieron todos los países, pero no hallaron lo que buscaban. No encontraron un solo hombre que estuviera contento con su suerte.
El uno era rico, pero enfermo; el otro estaba sano, pero era pobre; aquel rico y sano, se quejaba de su mujer; éste de sus hijos: todos deseaban algo más y no eran felices.

Un día el hijo del zar, que pasaba por delante de una pobre choza, oyó que en su interior alguien exclamaba:

-Gracias a Dios he trabajado y he comido bien. Soy feliz, ¿qué más puedo desear?

El hijo del zar se sintió lleno de alegría e inmediatamente mando por la camisa de aquel hombre, a cambio de todo cuanto quisiera.

Los enviados se presentaron a toda prisa en la choza del hombre feliz para quitarle la camisa; pero el hombre era tan pobre que ni siquiera tenía camisa.

¿Veis cómo el ansia de tener hace infelices a los seres humanos? El día en que comprendamos que "no desear" es el vínculo con el bienestar... comenzaremos a crecer, todos juntos!!!

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