La Maestra Kati, preñada de ilusión en cada toma.
Entre mis manos está la ardua y cruda historia de Agustí Centelles a su paso por el campo de concentración de Bram. Pienso, en sana reflexión, que estamos tan malcriados que merecemos una azotaina. Tenemos todo lo que queremos y aún así, nos falta de todo.
A los fotógrafos que con su cámara de cartón supieron enseñarnos la vida a través de su alma.
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