miércoles, 26 de marzo de 2014

Un poco de humor negro.

Angelitos... casi negros!


El tema de la muerte es por sí mismo muy escabroso. No nos preparan para morir, aunque vayamos directos a ello y el camino de la vida no sea más que el camino hacia la muerte.
En mi familia existe la sana, y digo sana porque es una fiesta y no un drama, tradición de ir al cementerio a ver cómo están nuestros antepasados, limpiar el nicho y de paso estar un rato con el recuerdo agradable de quien nos dejó; si, agradable porque el que nos dejó sembró en nosotros la sana semilla de aceptar lo que somos y recordar con alegría y no con tristeza.
Antaño, mi hija, se encargaba de decorar las lápidas con arte floral chino, me explico, digo chino porque últimamente compramos las flores en el bazar Chung Li, pero hoy mi hermano, el pequeño de los mayores, me ha sorprendido gratamente haciendo una composición floral que ni el mejor de los maestros de ikebana. Hoy, hemos ido al cementerio, en día laborable, porque el día uno de noviembre se llena a tope y es un escándalo, para nosotros la festividad de todos los Santos es cada día que vamos y nos quedamos tan panchos.
Bien, ha sido un día tranquilo, algún percance por la erosión del tiempo cuya solución ya está en manos de los especialistas de Serveis Funeraris de Barcelona… 92 pavos… por reparar un marco y poner yeso en las losas laterales. En fin, un gran día… pero muy divertido, sobre todo cuando le hemos dicho al funcionario que queríamos poner un cartel en la entrada del cementerio que rezaba:

Hoy proyección de “La muerte tenía un precio”… más que nada para que los nuevos moradores se vayan enterando de que morirse es caro y conservar el pisito aún más. 
Por cierto… también ha llegado al camposanto la política de desahucios! 
Al loro, que no estamos tan mal!

Mi hermano en pleno éxtasis creativo

Voilà!

En plano general

Detalle del apartamento de un vecino 1

Detalle del apartamento de un vecino 2

Mi hermano documentando gráficamente el arte funerario 

Nicho por reparar











domingo, 16 de marzo de 2014

Un lugar para morir!


Dama

Mi compañera de viaje es activista en pro de la defensa de los felinos. Sensibilizada con todo animal de cuatro patas, con garras y bigotes, que haga miau y ronronee, sea un gato persa o un tigre de Bengala.
Hace días una  amiga le llamó al teléfono para que resolviera el caso de un felino, una hembra de veintidós años, encerrada en el trastero de un tendero paquistaní, anciano, llegado a menos y en una situación precaria. El desahucio era inminente y sólo disponíamos de cuarenta y ocho horas para colocar al gato.
Horas más tarde, después de estar pegada al teléfono, recibir innumerables ayudas y consejos de activistas como ella, pude leer en sus ojos la estampa del desconsuelo.
“A mí no me mires, yo no quiero más animales en casa” le dije con severa autoridad.
Después de estas palabras, siguió con su alegato… si, con su ¡ale GATO!
Dama es una preciosa princesa de rabo corto, blanca y de ojos amarillos y almendrados, con veintidós años a sus espaldas, ajada, llena de vellones, con el pelo sucio y apelmazado. Señor, que descuido, como se puede tener así a un animal tan hermoso.
Ahora está en una habitación de la casa, aislada para que las dos gatas Celine y Mafalda se vayan acostumbrando al olor extraño del intruso.
Come bien, bebe mucho, ha de tomar una pastilla todos los días para su corazón y si, efectivamente… mi autoridad deja mucho que desear como hombre de la casa, jajaja, y yo, sinceramente me alegro.
Dama, morirá entre nosotros, pues no creo que a estas alturas y en la sociedad en que vivimos nadie quiera un felino anciano, de corazón débil y riñones delicados, la mayoría de los humanos prefieren comprar cachorros tiernos y amorosos en tiendas donde los almacenan, como en factorías para pollos o algo peor. Siempre es más bello un cachorro juguetón que el andar calmoso y cojo de una gata vieja.


Dama vivirá en casa, con su pienso, sus pastillas, su manta y nuestra estufa en los inviernos… los poquitos que le queden, en compañía de estas dos “sinvergüenzonas” mimadas y, sin duda alguna, acunada por los mimos de las manos de mi compañera. Deseando que tarde muchísimos años en dejarnos.